Buscar este blog


jueves, 20 de septiembre de 2012

Querida madrina


Ya va a hacer un año que te fuiste. Un año que no estás aquí. 
Puede que antes de eso no compartiera contigo tantas cosas como cuando era pequeña, pero he notado tu falta y me he acordado mucho de ti.
En este año que ha transcurrido han habido muchos cambios y otros temas siguen igual. Y me gustaría compartirlo contigo.
En un año me ha dado tiempo a replantearme mi vida dos veces:
La Primera, para abandonar la seguridad de todo lo que había conseguido hasta ahora: amigos, trabajo, lugar de residencia, pareja,... No importa las pérdidas en esos cambios, en los que sólo está hablando el corazón.
Tengo que decirte que ha sido de los momentos más dulces de mi vida, donde más amada me he sentido nunca y que me ha permitido encontrar una persona que quiero tener siempre a mi lado.
La Segunda, para valorar todo lo que perdía si tomaba esa decisión. Todos sabemos que a veces hay que renunciar a algo para conseguir otras metas. Pero, ¿hasta qué punto debo permitir que esa renuncia me duela tanto como lo hacía? El miedo a lo desconocido y la seguridad y bienestar de lo conocido fueron los motores de mi segundo replanteamiento.
Eso me ha costado mucho dolor, muchas lágrimas, mucha tristeza...Pero de alguna manera creo que he madurado. No de esa manera que te dicen los padres "Tienes que madurar" o que tú mismo piensas "Qué madura soy". No. Le he visto las orejas al lobo y creo que, por una vez, me estoy tomando esto de la vida en serio.
La vida no es un camino tranquilo y sosegado. Es un sendero tortuoso con subidas empinadas y bajadas cómodas, pero que a veces nos ofrece repechos, fuentes para beber y sombra para que sea menos difícil andar por ella.
Pues esto lo acabo de aprender, madrina, con 35 añazos. Y con un palazo en toda la nuca del que todavía me estoy recuperando.
Duele.
Pero sé que me fortalecerá.
¿Qué significa? Que voy a intentar fijarme unas metas dentro de mis posibilidades y lucharé por ellas. Pero no pienso olvidarme de disfrutar mientras tanto. Porque si algo aprendí de ti es a disfrutar la vida. Te admiraba mucho por ello. Siempre hiciste lo que a ti te dio la gana y yo voy por el mismo camino.

Un conocido me dijo el día de tu muerte:
"Recuérdala con tus actos, de la manera que crees que a ella le gustaría"
La noche que me llamó mi padre para decirme que habías muerto, me subí a un escenario en mi pueblo a bailar. Eran las fiestas. Y no quise dejar de hacerlo por ti. Estaba segura que eso era lo que querías que hiciera.

Un año, madrina. Un año y empiezo a saber qué quiero de la vida. Pero solo empiezo...



No hay comentarios:

Publicar un comentario